lunes, 14 de septiembre de 2009

El germen del desasosiego / Gerardo del río




Nombrar Paraísos
El poeta se enfila, se adentra en el mar de la vida, con la certidumbre del que cruza una avenida sin mirar el tráfico, nada hay que signe su decisión que no sea el absurdo sentido de la fatalidad, la poesía tiene una certeza mortífera, el poeta lo sabe, por eso vive en la intensidad. Para Gerardo del Río la poesía es una revelación que sobreviene de un tiempo remoto, la infancia, el encuentro fortuito con la palabra y su arcano de oscura musicalidad; hay un evidente don para la predestinación, este poeta está imbuido de un aliento profético, tiene una capacidad adivinatoria, cercana a esa ancestral signatura hermética. Sabe de antemano lo que ocurrirá en el futuro, esto debido a su manera de escudriñar, de interpelar y nombrar un paraíso irremediablemente perdido.
Si hubiera que situar su poesía en el tiempo y el espacio, sería casi imposible, porque el poeta navega en las melodías del soul, del free jazz, se adentra en el maelstrón del rock, surfea en el canto de las libélulas, este poeta canta, con el oído que tiene para la canción o la música que unifica a Bob Dylan y Thelonius Monk es la sintaxis espacial con que se expresa. Su ritmo es pausado, preciso y por ello es devastador, sus frases mínimas amplifican la soledad y el silencio de dios, un dios al que el poeta no clama sino con el que dialoga de tú a tú.
Su hermanamiento con los poetas Gary Snyder y William Carlos Williams le abren la puerta que le permite transitar en la poética de lo cotidiano, dotándola de la frescura necesaria, para que salga a la calle.

(Prólogo de Guadalupe Dávalos)

Para usted que sabe donde duele
sólo puedo robarme un verso de Pavese
y decir: vendrá la muerte y tendrá tus ojos
ojos que son la espina, mi desasosiego
alfileres en el corazón de mi fetiche
súcubo de mi larga noche.
Esta colección de vergonzantes confesiones son para usted:
con quien compartí un trago de amargo
que sabe mi vocación de cocinero de fracasos
de torpe cultivador de jardines de arena
amoroso arrebato
una ausencia dual
si repito estos versos
ahuyento el dolor.
Confirmo mi destino
cultivar con perseverancia la fatalidad
y en soledad, ver crecer
como vulgar flor la muerte.

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